viernes, 1 de octubre de 2010

Morochas

Se escuchó el timbre. Rápidamente me levanté, me quité la pijama y me coloqué el vestido lavanda azul que tanto amaba, me cepillé el cabello, los dientes y ya estaba lista para recibir mi "nacimiento".

- Quédate acá arriba mientras veo los datos de tu supuesta tía. – Me ordenó Andres.

- Está bien. – Contesté.

Andrés bajó las escaleras y pude ver por la ventana de la habitación, como se acercaba a la puerta una mujer alta, cabello rubio, muy arreglada, junto a dos adolescentes prácticamente iguales, cabello negro y de tez blanca como la madre. Noté como Andrés revisaba los papeles que mi “tía” le entregaba. Pasaron unos 10 minutos hablando en la puerta de la casa cuando Andrés se regresó y escuché cómo subía las escaleras, en seguida me coloqué frente a la puerta, y en el acto, entró Andrés.

- Buenas noticias… ¡Es tu tía!

- ¡¿En serio?!

- ¡Sí!

Lo abracé y bajé velozmente las escaleras. Allí estaba. La mujer rubia de ojos verdes, mi tía. Sonreí y la abracé, ya que ella me sonreía y extendía sus brazos.

- ¡No puedo creer que te haya encontrado tan rápido! ¡Ay pequeña!

- ¡PRIMITA! – Escuché dos voces casi idénticas al mismo tiempo, eran mis primas morochas. Según me habían dicho, una se llamaba Gabriela y otra Fabiana. - ¡Mucho gusto!

- Hola primas – Saludé con una sonrisa.

- Llámame Fabi – Me dijo una de ellas estrechándome la mano.

- Y a mí Gaby – Hizo lo mismo la otra.

- Aquí están tus maletas Rubí. Cuídate mucho… Cuídela mucho señora María. – Dijo Andrés entregándome las maletas. Yessica y Edwart estaban detrás, despidiéndose con señas.

Abracé a todos y mi tía me hizo señas de entrar al carro. Eso hice, metí las maletas y entré al carro, donde ya habían entrado mis primas.

- ¡Nos alegra tanto encontrarte! Cuando ocurrió todo esto… Sufrimos…Mucho… Y más por ti… - Contó Fabi. Gaby tenía una camisa negra y Fabi azul, por eso las diferenciaba. Aunque, como todo morocho, siempre tendrán algo que los haga identificar. – Iremos a nuestra casa, la vas a conocer.- Me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Es grande y bonita! – Añadió Gaby.

- ¡Y el cuarto es genial! – Dijo Fabi.

Ambas hablaban de una manera muy peculiar y entretenida, cuando una decía algo, la otra añadía, y así iban. Cuando una no terminaba una oración, la otra la completaba. Estaban compenetradas de una manera interesante.

Entró al auto mi tía María, durante el camino me estuvieron contando sobre sus vidas, me contaron que mis primas Fabi y Gaby, tenían una banda llamada “The Popcorns”, que Fabi tenía un novio llamado Emiliano y Gaby uno llamado Mauro, ambos estaban en la banda. Fabi tocaba la guitarra y Gaby la batería. Mi tía María era abogada y mi tío había muerto hace mucho. Tenían un buen sueldo, el cual lo ganaban por los conciertos que daban Fabi y Gaby y los juicios ganados de mi tía. Con todas sus historias, me sentía como en casa, sabía que ellas tres eran de mi sangre.

- Y bueno… ¿Quiénes eran esas personas que te cuidaban? – Preguntó mi tía.

- Andrés, Yessica y Edwart. Andrés es un amigo de la infancia, Yessica su madre y Edwart su hermano. – Respondí.

- ¡Que bueno! – Dijeron Fabi y Gaby al mismo tiempo.

- Oye primita… - Habló Fabi. - ¿Qué tan feo fue?

- ¿Qué cosa? – Pregunté sin entender.

- Lo sucedido… Exactamente ¿Qué pasó? – Respondió y preguntó Gaby.

- Estaba en mi cuarto… Leyendo una revista… - Tenía un nudo en la garganta, recordar y contarlo me dolía más que en el momento que pasó. – Escuché los gritos de mi madre y corrí a la sala, que era de dónde provenía… Y… -Comenzaron a salirme lágrimas – Vi el cuerpo de mi madre, mi otra tía, mi hermana y mi abuela… Degollados. – No resistí más y comencé a llorar desesperadamente.

- ¡Perdón prima! – Gritaron lamentándose mis primas y abrazándome fuertemente.

- Pequeña, no pienses en eso… - Dijo mi tía mientras manejaba y por el retrovisor dirigía una mirada amenazadora a mis primas.

El resto del camino fue silencioso. Mientras se me salían algunas delicadas lágrimas.

Llegamos a la casa de mi tía. Era enorme. Una gran reja blanca la protegía, al abrirse la reja, con control automático, había un camino rodeado de palmeras que llevaban al estacionamiento de la casa, allí se detuvo mi tía y nos bajamos, sin decir una palabra. Había una gran cantidad de árboles y estatuas de duendes principalmente. La casa era de madera, como una típica casa de Canadá.

martes, 28 de septiembre de 2010

Cap 1: Esperanza

Corría y sólo corría. Podía sentir como las gotas de sudor corrían por mi cuerpo, podía sentir como mi herida sangraba más y más. Escuchaba por todas partes su risa psicópata. Sólo pasaba una palabra por mi mente: huir. Escuchaba como sus llantos desconsolados se hacían cada vez más fuerte, sus gritos de ayuda… Y yo sólo huía sin hacer nada… ¡Nada!
- Ven… Ven acá… Ven… - Oía su voz y su risa asquerosa que sonaban más y más alto. Y entonces… Desperté.
- ¿Estás bien? ¡Tranquila! – Me dijo Andrés.
- Eso creo… -Asentí con la cabeza mientras me secaba las gotas de sudor con mi mano. - ¿Qué haces despierto a éstas horas?
- Te cuido. – Sonrió; le devolví la sonrisa y cerré mis ojos.
Otra vez, apenas cerré mis ojos, ví aquella imagen que me perturbó tanto; abrí los ojos instantáneamente y noté como Andrés colocaba su mano en mi frente.
- Estoy aquí. – Me sonrió otra vez. Sólo eso me bastó para tranquilizarme.
Cerré los ojos de nuevo.
- Oh… ¿Ya estás despierta? – Dijo Edwart al ver como abría mis ojos lentamente.
- Sí…
- Andrés me contó lo de anoche… ¿Estás mejor ahora?
- Sí…
- ¡Tú siempre con tus respuestas cortas y secas!
Sólo lo miré. Edwart era el tipo de chico vago de cabello largo y café al igual que sus ojos, divertido y hablador, era el hermano de Andrés. A pesar de su parecido y su misma edad, Edwart y Andrés no eran ni gemelos ni morochos, eran simplemente hermanos.
- La comida está lista, baja cuando quieras. – Me sonrió Edwart alejándose de la habitación. Ya había terminado de tender su cama.
Me levanté lentamente y me fui a duchar. No pensaba en más que en la pesadilla que vivía… ¿Por qué a mí? … ¿Por qué a ellos? … ¿Por qué…?
Luego de mi ducha me comencé a peinar mi larga cabellera oscura, de negro potente, mientras veía mi rostro reflejado en el espejo que notaba terror y tristeza, y mis ojos azules se veían desgastados de tanto llorar.
- ¡Buenos días Rubí! ¿Cómo amaneciste? – Dijo Yessica, la madre de Andrés y Edwart.
- Bien… Supongo… - Contesté bajando la mirada.
- Me alegro… Termina de desayunar y vamos a comprar ropita ¿Bueno? … Esa bata blanca no aguantará más después de lo sucedido…
- ¿Sa…Sa…Salir? – Pregunté con terror.
- Sí… Estaremos contigo, tran…
- ¡¡¡No saldré!!! – La interrumpí y corrí hacia la habitación.
- Rubí… -Entró Andrés asomándose por la puerta. – Te cuidaremos… - Me sonrió.
- No entiendes… Él me buscará, él me persigue… ¡Él me encontrará!
- ¡¡Rubí!! – Me gritó. - ¡No te pasará nada mientras estés con nosotros! ¡Ni sobre mi cadáver ese imbécil te tocará!… Ahora vamos… ¿O acaso quieres tener la bata que manchaste de sangre por siempre?
- ¡¡Cállate!!... No por siempre… -Repliqué- Iré sólo porque necesito ropa… ¡Pero no te alejes de mí por favor! – Dije abrazándolo. Por alguna extraña razón, él me hacía sentir segura… Era el único conocido que me quedaba…
- Ve a terminar de desayunar para salir. – Me dijo retirándose.
Así hice. Desayuné y esperé a que Yessica, Edwart y Andrés estuviesen listos… No tuve que esperar demasiado. La única que se tardó un poco más que el resto fue Yessica, y aún así, no fue nada.
Yessica prendió el carro y Edwart entró, yo tomé del brazo de Andrés y ambos entramos. Yo sólo temblaba con la idea de tener que salir y exponerme a encontrarme con él… Aún no entendía cómo había cambiado de un momento a otro mi vida drásticamente. Un minuto estaba en mi cuarto, leyendo una revista, y al otro estaba corriendo por mi vida.
- Aquí es. Bajemos del carro. Rubí tranquila, es de mañana, y hay mucha gente, ese loco no estará por aquí. – Me dijo Yessica al ver mi expresión de horror al saber que deberíamos bajarnos.
Andrés me ayudó a bajar y rápidamente yo me aferré a su brazo, a dónde quiera que él fuera, yo iría…
- Rubí, Andrés no te ayudará a probarte la ropa – Dijo Edwart al ver cómo me aferraba a Andrés. Sólo hice pucheros y me escondí tras él.
- ¡¡¡Edwart!!! – Se escuchó una suave y cálida voz acercándose a nosotros. Era una muchacha joven de cabello negro y ojos café, que se le abalanzaba a Edwart por detrás dándole un beso en la mejilla.
- ¡Alicia! – Edwart la besó en los labios y la abrazó.
- ¡Hola Andrés! ¡Hola señora Yessica! Y… Hola… Eh…
- Rubí… Es una amiga de Andrés – Le habló Edwart.
- Su bata… - Pude escuchar como “Alicia” le decía a Edwart con una voz baja. – Perdón, mucho gusto Rubí, si eres amiga de Andrés y mi novio, me caerás muy bien. – Me dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Yo sólo me escondía detrás de Andrés.
- Bien… ¡Vamos Rubí! – Interrumpió Yessica la mirada de lástima de Alicia hacia mí.
Entramos a la tienda, era una tienda normal, como cualquier otra, nada en especial. Yo aferrada a Andrés sólo asentía o negaba con la cabeza a cualquier prenda que me mostraba Yessica. Edwart y Alicia estaban detrás nuestro, muy “acaramelados”.
- Listo… ¡Hay suficientes! Vamos, ve a probártelas.
Respiré profundo y tomé las prendas silenciosamente y fui a los probadores. La primera que me probé fue el único al que pude decir ¡Sí! Con emoción. Era un hermoso vestido azul lavanda que llegaba hasta las rodillas, suelto y con bordados de cruces preciosas. Para mi felicidad, encajaba perfecto en mí. El resto de las prendas eran vestidos o simplemente pantalones y camisas… Pero mi estilo era principalmente los vestidos holgados y largos.
Salí de los probadores y enseguida tomé del brazo de Andrés y dije los que me quedaban muy silenciosamente.
- ¿Algo más? – Preguntó la cajera… Negué.
- ¡Ahora vayamos a comer algo! ¡Esta compra de ropa toda la mañana me dejó exhausta! – Dijo Yessica. - ¿Qué sucede Andrés? – Éste miraba atentamente, con rostro confundido, a un afiche en el que estaba una foto mía.
- ¿Qué no estabas sola en el mundo? – Enseguida noté el afiche y me acerqué sigilosamente. Estaba perpleja.
- Eso creía yo… - Contesté con cara de sorpresa.
Rubí Fawcett: Chica adolescente de 16 años desaparecida.
Alta, cabello largo negro y ojos azules.
Si la encuentran, llamen a éste número: 0243-4721794
Recompensa: 30,000$
- ¡Seguro es el demente! ¡Seguro! – Me agaché colocando mis manos entre mi cabello
- Hay que llamar. – Dijo Andrés sacando su celular.
- ¡¿Estás loco?! ¡¡Así me encuentra!! ¡¡Rastreará la llamada!!
- Rubí… ¿Haz pensado en que pueda ser algún familiar lejano tuyo? ¿Recuerdas si hubo una persona que jamás conociste de tu familia?
- Sí… -Bajé la mirada, pero en el acto, se me iluminaron los ojos. - ¡¡Llama!! ¡¡Llama!! ¡¡Quiero escuchar algún familiar mío!! – Era la única esperanza a la que me aferraba.
Andrés marcó el número que se encontraba en el afiche y esperó a que terminara de repicar. Alguien contestó.
- ¿Aló? ¿Sí?... ¿Usted es la persona que busca a Rubí Fawcett?... Sí… Está aquí… Pero primero necesito saber quién es usted de ella… ¿Perdón? …¿La tía? – Esas dos palabras bastaron para sonreír como si hubiese vuelto a nacer. – Perdón… ¿Su nombre?… ¿María Fawcett? … ¿Usted dónde vive?... Bien… Oh bueno, también… Está bien… Pero necesito sus datos… Sus papeles de nacimiento antes de llevársela… Por seguridad… Exacto… Bueno, está bien… ¿Se la paso?
En eso Andrés me pasa el teléfono y contesto tímidamente.
- ¿Aló…?
- ¿Rubí? ¡¡Oh por Dios!! ¿¡Cómo estás!? ¡¡ ¿Estás bien?!! ¿¡Dónde estás!? ¿¡Son buenas esas personas!? ¡¡Ay lo siento tanto pequeña!!… ¡¡Yo también he sufrido mucho con todo esto!!
- Estoy bien… Sí son buenas… ¡Quiero verte! – Sólo habían cuatro personas que nunca había conocido de mi familia… Mi tía María, mi padre, pero él ya había fallecido antes que yo naciera y mis dos primas, hijas de mi tía María… Nunca me dejaron verlas porque decían que “Se habían ido por mal camino”… Según mi abuela, escuchaban música pesada.
- ¡¡Ay me alegro pequeña!! ¡¡Te veré mañana!! Ahorita debo cortar… ¡¡Cuídate muchísimo!!
- Bendición… - Trancó antes.
Mi felicidad era tal, que podía caminar por las calles sin sentir miedo alguno. ¡Tenía esperanzas de comenzar una vida nueva! Y… Aunque no era lo mismo, por lo menos tendría una razón más para seguir viviendo, aparte de Andrés. A mi tía sabía que le agarraría mucho cariño y la sentiría como una madre. Aunque no sería igual a mi madre. Nadie la podrá cambiar jamás.
- Qué bueno ¡¡Serás feliz ahora!! - Dijo Yessica abrazándome fuertemente. - ¡Ahora vayamos a comer!
- ¡Sí! – Contesté con emoción.
- Haz vuelto a la de antes… - Me habló Andrés acariciando mi cabello.
Nos dirigimos a un restaurante cerca de la tienda en la que habíamos comprado mi ropa. Podía caminar sin aferrarme a Andrés. Almorzamos en ese lugar… Era un restaurante de comida italiana, así que pedí mi comida italiana favorita: el pasticho.
Todo estaba normal… Esa noticia había llegado a mi corazón. Pero no lo suficientemente profundo. Aún, muy adentro, seguía teniendo temor…. Y tristeza… Muchísima tristeza… Hubiese querido morir si no fuese por Andrés, Edwart y Yessica, más que todo Andrés. Mi amigo de la infancia.
- Así que… ¿Estabas sola en el mundo? – Preguntó Alicia mientras comíamos. – Es decir… ¿Qué sucedió?
- Es mejor no hablar del tema… - Contestó Edwart mirando a Andrés.
- Perdón… Y… ¿Cómo es que nunca conociste a tu tía?
- Jamás me dejaron verla… La familia de parte de mi mamá siempre tuvo conflictos con ella. - Contesté seriamente.
- Oh… Ya veo… Bueno… Espero que te vaya muy bien con tu tía.- Me dijo sonriéndome. Le devolví la sonrisa.
Terminamos de comer, eran las 4:00 pm a ésta hora me daba mucho terror estar fuera de casa… A esa hora había cambiado totalmente mi vida. Aunque estuviese feliz, seguía teniendo pánico a ésta hora; así que volví a tomar del brazo de Andrés. Éste me miró y sonrió.
- Vamos a la casa… Rubí no puede estar aquí más tiempo… - Ordenó Andrés.
- Está bien. – Respondió Yessica.
- Yo me quedaré con Alicia… Vamos a ver una película juntos.
- Está bien, pero regresen temprano – Dijo Yessica abrazando a Edwart y a Alicia.
Nos dirigimos a la casa y apenas llegué a la casa, entré en la habitación y me quité aquella bata blanca tan molesta y manchada y me coloqué aquel hermoso vestido azul lavanda. “Mañana será mi nacimiento” me dije para mis adentros. Tenía que volver a empezar de nuevo. Y aunque el dolor de no tener a las personas que amo, debía superarlo y saber que lo único completamente seguro en esta vida era la muerte.